Dita trabaja en el Tornado. Usa unos tacones altos, dolorosos, y una peluca rosa.
Dita estaba harta de que la gente hablara mal de ella por andar sola o por llevarse bien con
los hombres. Estaba cansada de que los hombres la metieran a los coches para manosearla.
“Siempre estás sintiendo ese acoso a causa del machismo. Pensé que podía sacar varo de eso si de
todas maneras iba a estar sucediendo”, dice. Parece extraño escuchar a una prostituta afirmar que
disfruta su trabajo. "Todas quieren sentirse bonitas, deseadas. Si la mayoría de las mujeres pudiera
experimentar lo que se experimenta aquí todas serían putas”, dice Dita.
La sociedad promociona el estereotipo de la prostituta como la víctima, obligada a arriesgarse al
maltrato físico y a las perversiones de sus clientes. “Muchos hombres nunca son tan amables como
cuando están con una puta”, dice la feminista francesa Virginie Despentes, que fue violada y después
fue prostituta durante dos años y escribió de todo esto en su libro Teoría King Kong. Despentes aprendió
con la experiencia que el oficio de la prostitución no tiene por qué ser terrible. Para ella era mucho
peor el trabajo enajenante y eterno que realizaba en el supermercado.
La prostitución tenía aspectos placenteros insospechados: “El efecto que todo ello causaba en muchos hombres
era casi hipnótico. Entrar en una tienda, en el metro, cruzar la calle, sentarse en un bar. Por todos lados,
atraer las miradas de los hambrientos, estar increíblemente presente. Depositaria de un tesoro furiosamente deseado,
mi entrepierna, mis pechos, cobraban una importancia extrema”. Mucho más que la agresividad o la violencia, Despentes
dice que lo difícil era lidiar con la tristeza y la soledad de los hombres que la contrataban, hombres que habían
aprendido que sus impulsos eran vergonzosos, así como demás prostitutas habían aprendido que su oficio lo era. Para
Despentes, todo el sexo sin amor es similar. Una prostituta, dice, es en más de un sentido igual a una mujer que vive
con un hombre al que no ama y que la mantiene. Por lo menos en la prostitución hay algo frontal y honesto, según Despentes.
“Lo que ataca la moral en la práctica del sexo pagado no es el hecho de que la mujer no encuentre placer, sino que se
aleje del hogar y que gane su propia independencia. La puta es la 'criatura del asfalto, la que se apropia de la ciudad.’
" Quizás si se desestigmatizara la prostitución, como pide Dita cuando dice que no debería haber “prejuicios para estas chambas”,
si se legalizara y se regularizara, sería un trabajo menos riesgoso, menos propenso a la esclavitud, la violencia y los trabajos forzados.