Para quien todos los días administra la muerte de cientos de vacas, la violencia tiene otro significado.
En los detalles de su oficio se esconden los matices de la violencia: No es lo mismo conducir una vaca
hacia la muerte a gritos que hacerlo sacudiendo una sonaja.
Para quien se gana la vida descuartizando ganado, la vaca deja de ser un animal en el momento
en el que el golpe de un perno la noquea, volviéndose en vez un objeto inanimado. A un objeto
no se le puede quitar la vida. A un objeto se le puede trocear en mil pedazos. No importa si
los tendones y los nervios del objeto se contraen al contacto con el cuchillo: El objeto no
tiene consciencia de lo que ocurre.
O al menos eso parece.
El rastro es parte de un sistema que transforma vidas en cosas. El proceso es sangriento y
veloz, y por tanto sucede a puerta cerrada. Es mejor que no se hable demasiado al respecto.
El proceso es necesario: Un objeto es algo que se puede comer. Quienes lo llevamos a
cabo platicamos de cualquier cosa. Unos se acostumbran a todo.
Otros preferimos no pensar al respecto.